jueves, 9 de diciembre de 2010

Con Tita, Jose, Rosa y Antonio.



Muchas gracias a Tita y a Jose por ofrecernos su preciosa casa, muy cómoda y llena de luz (sobre todo ahora). Aunque hemos parado poco en la casa, allí nos hemos encontrado verdaderamente a gusto.

Con ellos salimos en la tarde a ver el proyecto de la playa de Madrid, a dar un paseo por los espacios de la M-30, ahora en proceso de recuperación para la ciudad en forma de parques y un maravilloso paseo a ambas márgenes del Manzanares con  muchos y originales puentes que, con mayor o menor fortuna paisajística, se suman a los tradicionales como el Puente de Toledo, regalándonos a todos un paseo peatonal que, según me cuentan,  llegará a tener quince kilómetros.

Puente cubierto sobre el Manzanares



Jose no tenía muchas ganas de salir pero conseguimos engañarle para hacer un pequeño recorrido nocturno y ver la iluminación navideña:  Plaza Mayor, Sol, Arenal y de propina, aunque a regañadientes, otra exposición de pintura, una buena colección de jardines impresionistas, en la Fundación Caja Madrid.

Tita y Jose en la plaza Mayor

Decoración navideña de la plaza Mayor

Músicos callejeros en la calle Arenal

Hay mucho chorizo en la calle Preciados. Atención a estos
graciosillos que al tiempo de saludarte te limpian el bolsillo.

Luz y Sol

Posando junto al mismo árbol del año pasado.
A Tita le gusta caminar y a nosotros también. Eso es todo lo que hace falta en una luminosa mañana de invierno como la de hoy. Cero grados, ni frio ni calor. Con ella llevamos una guía turística de lujo: Palacio de Oriente, la Catedral, San Francisco el Grande y el Templo de Devod, emplazado en una posición privilegiada con unas hermosas vistas, en una colina junto a la plaza de España, en donde más tarde habíamos quedado con Rosa y Antonio.

De todas las maravillas que llevamos viendo en Madrid, merece la pena visitar detenidamente la Real Basílica de San Francisco el Grande, una auténtica joya barroca con fresco de Goya incluido. Tanto así que el domingo volveríamos aquí a oir misa con la idea de poder contemplarla con toda su iluminación.


Músico callejero en la explanada del Palacio de Oriente

Palacio de Oriente

Cúpula de la Basílica de San Francisco el Grande


Esta ruta estuvo muy animada, tuve bronca con el cura encargado de la cripta de la  Catedral. En la entrada un cartel anuncia: “Donativo 2 €”. Pero de donativo nada, una señora apostada a la puerta te lo exige como precio y yo había terminado mis monedas con el “donativo” de la visita a la Catedral. Discutí con amabilidad y, ante la negativa, pasé de largo diciéndole a la Srta. Rotenmayer:  “Pues llame usted a un guardia”. Y salió como un basilisco detrás de mi, llamando a voces al cura que no tardó en aparecer. Allí me despaché a gusto: Si usted quiere que pague un precio, ponga una tarifa e ingrese el IVA correspondiente, pero mientras ponga un donativo, tendrá que asumir que es voluntario. Entre pitos y flautas vi lo poco que tiene que ver el lugar y me fuí haciéndome el ofendido, mientras el cura clamaba: “¡Tiene usted que contribuir al mantenimiento de la cripta!”. Curioso, nunca hubiera imaginado que la vieja de la entrada se llamara Cripta.

Después caminamos hasta el Templo de Devod, una bella construcción egipcia de más de 2.200 años, donada a España por Egipto en agradecimiento por nuestra contribución en excavaciones arqueológicas.

Templo de Devod

No todos los día tiene uno el privilegio de codearse con un ultramaratoniano de nivel y hoy íbamos a encontrarnos con uno de los grandes: Antonio Cereceda, corredor de los 100 kilómetros. Habíamos quedado con Rosa y Antonio en la Plaza de España y lo pasamos muy bien tomando un cafetito en el Vienés.

Tita, Manuel, Antonio y Rosa en el café Vienés

Tita y Luz alegrando la plaza de España

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