Temprano por la mañana, a poco de salir el sol, nuestro guía Peter pasó a recogernos por La Casa de Tintín en una combi (microbús) junto a otra docena de viajeros. Empezaba la aventura con un cielo no muy prometedor. Según los entendidos, arriba debía de estar lloviendo.
Por delante nos quedaba una ascensión desde los 2.325 m.s.n.m. de Arequipa hasta los casi 5.000 del parque de la Reserva Nacional de Salinas y Aguada Blanca. De modo que la primera recomendación de Peter sería la prevención del soroche (mal de altura) tomando hojas de coca, caramelos, chocolate o glucosa. Y, para pertrecharnos de tales remedios, nos llevaron a una tienda para turistas a la salida de Arequipa, en la que, por supuesto, llevaría su comisión. Bueno, no importa, compramos una rica tableta de chocolate con pasas y varias bolsitas de caramelos de coca.
De nuevo en la combi, Peter nos va hablando sobre el origen volcánico de la zona, los lugares que vamos a visitar y, para aquellos que optamos por mascar la hoja de coca, nos da algunos consejos. Nos cuenta que hay dos formas de consumir la hoja, se puede ir comiendo poco a poco, hoja a hoja, mientras vamos ascendiendo o se puede mascar en una bola de 15 o 20 hojas junto con un trocito de una piedra blanca. Para ello en las bolsitas de coca encontraremos, además de las hojitas, unas piedrecillas, una blanca que no es otra cosa que bicarbonato cálcico que hace de acelerador y otra negrilla que es quínua quemada. Tendríamos que comer unas veinte hojas antes de llegar a la Reserva de Salinas, en donde haremos nuestra segunda parada a la altitud de 4.000 metros.
También nos da una charla para desmitificar nuestras ideas sobre la coca. La palabra coca procede del aymara y significa alimento. Es rica en alcaloides, aporta energía y quita el hambre. Por culpa de uno solo de sus más de 14 alcaloides diferentes ha sido prohibida en todo el mundo, salvo en Perú y Bolivia. Pero la coca no es la cocaína aunque ésta se obtenga, mediante procedimientos químicos, a partir de aquella. La hoja de coca es un producto natural que aporta también gran cantidad de calcio.
Peter nos muestra cómo comer la hoja de coca |
Durante el camino hemos ido comiendo caramelos de coca y chocolate. Ahora Peter nos enseña el procedimiento de efecto rápido. La principal función de la piedrita de bicarbonato es catalizar los alcaloides para acelerar su efecto. Con un trocito del tamaño de un garbanzo envuelto en unas veinte o veinticinco hojitas de coca (menos no sirve para nada), hacemos una bola y nos la metemos en la boca masticándola bien. De inmediato se nota un adormecimiento de la lengua, similar al de la anestesia del dentista, incluso dificulta el habla. Su efecto nos durará unos cincuenta minutos, justo ahora que llegamos a la máxima altitud de nuestro circuito. Peter no nos recomienda tomarla por la noche pues nos quitaría el sueño y es preferible estar bien descansados para la jornada de mañana.
Hacemos un alto en el camino a 4.930 metros. Estamos ya en la Reserva Nacional de Salinas y Aguada Blanca y no muy lejos vemos las primeras vicuñas, un camélido andino protegido que no puede criarse en cautividad y que estuvo en riesgo de extinción por su preciada y finísima lana que alcanza precios en crudo de 400 dólares por kilo. Son animales esbeltos y muy bonitos aunque no podemos verlos bien pues no se nos permite acercarnos. Son mucho más estilizadas que las llamas, no tan grandes como éstas pero si mayores que las alpacas, las que se asemejan más a ovejas.
Hacemos un alto en el camino a 4.930 metros. Estamos ya en la Reserva Nacional de Salinas y Aguada Blanca y no muy lejos vemos las primeras vicuñas, un camélido andino protegido que no puede criarse en cautividad y que estuvo en riesgo de extinción por su preciada y finísima lana que alcanza precios en crudo de 400 dólares por kilo. Son animales esbeltos y muy bonitos aunque no podemos verlos bien pues no se nos permite acercarnos. Son mucho más estilizadas que las llamas, no tan grandes como éstas pero si mayores que las alpacas, las que se asemejan más a ovejas.
Páramos dónde se cría la vicuña en libertad, con la Chachani al fondo
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Vicuñas pastando en la Reserva de Salinas y Aguada Blanca |
Vemos la escasa vegetación que hay a esta altitud. Todo es un inmenso desierto presidido por el volcán Misti. Una de las pocas plantas que vemos, un curioso endemismo que parece una piedra verde como musgo y que también está protegida, se llama Azorella Yareta. Los indios la usaban como combustible y, en forma de emplasto, como remedio contra la artritis.
El Misti siempre presente |
Más adelante llegamos a un área de servicio, en donde encontramos un mercadillo de artesanía popular. Las mujeres engalanadas con sus trajes típicos de muchos colores traen cerámicas y textiles para ofrecernos a los turistas. Aquí la escasa vegetación ha desaparecido por completo y la erosión en la roca volcánica hace surgir formaciones curiosas. Peter nos señala una en particular que se asemeja a un sapito. "¿Sapito? -digo yo- Yo no veo ningún sapito". A lo que Peter me responde irónico: "Mmm, tu tienes que tomar más coca".
Rocas volcánicas erosionadas, con el "sapito" en el centro |
Mercadillo a 4900 m.s.n.m. |
Niño cabana del que copié mi gorrito |
Continuando la jornada alcanzamos la máxima altitud de nuestro tour rozando los 5.000 metros en un inmenso bosque de piedras con millones de jitos que aquí llaman apachetas y que se vienen levantando desde tiempos prehispánicos con un sentido espiritual. Actualmente los viajeros, al cruzar este puerto, piden a la Pachamama protección y buena ventura para el camino. Y nosotros también nos adentramos en el bosque para levantar nuestra apacheta que permanecerá eternamente en este lugar sagrado... hasta que otro turista con calcetines y sandalias robe nuestras piedras para levantar su propia apacheta.
Todo un bosque de apachetas |
Levantando nuestra apacheta |
Mirador de los Andes. 4910 m.s.n.m. |
Mujer cabana vendiendo artesanía |
Tras cruzar el puerto, seguimos viaje por Aguada Blanca, descendiendo hacia el pueblo de Chivay. La vegetación vuelve a aparecer y con ella los primeros rebaños de alpacas.
Alpacas pastando en Aguada Blanca
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Nada más bajar de la combi en Chivay nos salieron al encuentro dos niñitas vestidas con sus trajes regionales, cabana una y collagua la otra, que llevaban en brazos dos pequeñas alpacas y buscaban las propinas de los turistas que nos fotografiábamos con ellas. Muy sonrientes, nada más ver que el objetivo de la cámara las enfocaba, decían a coro: "Chiiiiiiiss".
Dos niñas, cabana y collagua, con sus alpaquitas salen a recibir a los turistas en Chivay |
En tiempos preincaicos el valle del Colca estaba habitado por dos etnias resultantes de la descomposición del imperio Wari. Al oriente los Collagua, de lengua aymara, quienes trataban de diferenciarse deformando los cráneos de sus hijos mediante aros metálicos, dándoles forma cónica, en memoria del volcán de su procedencia. Y al occidente los Cabana, de lengua quechua y que también practicaban la deformación craneal dando a sus cabezas una forma aplastada. Tras la conquista por los españoles, el virrey Francisco de Toledo prohibió por bárbaras estas prácticas y ambos pueblos buscaron continuar diferenciándose mediante sus sombreros. El sombrero collagua es de copa plana con cinta de colores y ala blanca. El sombrero cabana es de copa redondeada, todo colorido, incluida su ala que baja por delante en visera y se alza por detrás.
En Chivay nos alojamos en el hotel Pozo del Cielo, un bonito conjunto de pequeños edificios a base de materiales y técnicas constructivas locales, muy rústico y sencillo pero limpio y acogedor. Una vez instalados salimos a reconocer los alrededores.
Habitación del Pozo del Cielo |
Chivay ha crecido mucho en los últimos años gracias al turismo, pero allí mismo, pegada a nuestro hotel, podíamos ver la pobreza en las chabolas que rodean el pueblo.
Un barrio humilde de Chivay, junto a nuestro hotel |
Visitamos las instalaciones de aguas termales sulfurosas que manan a más de 80 grados y son refrigeradas a 40 antes de llenar las piscinas abiertas al público pero con el día tan frío, mientras otros compañeros se bañaban, nosotros preferimos hacer una pequeña marcha fuera del pueblo. Encontramos algunas curiosidades, como la planta de los plumeros que invade Santander. No sé si será natural o introducida pero aquí está, adaptada a 3.900 m.s.n.m. Si sé que la nuestra nos llegó por el tráfico portuario procedente de Argentina y que, de momento, coloniza terrenos baldíos del litoral. Pues bien, ya veis hasta dónde puede llegar si se la deja.
¿Reconoceis esta planta?. Es nuestro plumero |
También encontramos cactus de gran porte y bellas flores.
Flor de cactus |
Cuidado con las espinas |
Al caer la tarde volvimos al pueblo. Chivay estaba en fiestas celebrando la Inmaculada. Los vecinos, vestidos con trajes regionales bailaban en formación, abrazados en filas como desfilando, haciendo procesión en tres grandes corros que giraban alrededor de unos monumentos con forma de trapecio de los que colgaban bandejas de plata y peluches de colores.
Desde nuestra llegada se escuchaba una música machacona de trompetas que siguió sonando durante toda la noche y el día siguiente. Los músicos se van relevando al igual que los danzantes que entran y salen del corro, manteniendo así la fiesta durante días y noches enteras.
Campesinos de Chivay |
A primera vista parecía que solo eran mujeres las que bailaban en el corro pero enseguida empezamos a diferenciar a los hombres que también visten faldas y pañuelos de mujer. Ellos llevan unos amplios sombreros con flecos que les ocultan la cara. El origen de esta tradición viene del intento de los jóvenes por burlar la represión sexual impuesta por el cristianismo que no permitía que hombres y mujeres danzaran juntos. De esta manera los enamorados podían bailar abrazados en las fiestas sin despertar la ira de los curas.
La iglesia de Chivay, blanca y colonial por fuera, está llena de colorido y de arte popular por dentro.
La Sagrada Familia en la Iglesia de Chivay |
Los danzantes se fotografían ante la Virgen |
Por todas partes se intenta sacar fruto del turista. Llama la atención la cantidad de mujeres que portan a sus bebés atados a la espalda. Al ir a retratar a una muchacha collagua con su bebé, no sé por qué, le pregunté: "El bebé no es tuyo, ¿verdad?" y, sonriendo, algo tímida me dijo: "No, me lo han prestado". Le dí su propina y tristemente pude comprobar cómo de inmediato se le acercó quien podría ser su esposo o su hermano a reclamarle el dinero para irse a tomar (beber alcohol).
Falsas mamás buscan las propinas de los turistas. Esta viste traje collagua |
Los danzantes dan vueltas alrededor de estos monumentos |
Por la noche nos reunimos a cenar en un restaurante turístico con actuaciones en directo. Malo, malazo. La comida estaba tiesa, fría y era cara pero aún así la pasamos muy bien. Al final los músicos se disgustaron con nosotros pues tras una hora actuando esperaban su propina. Nosotros creíamos que el espectáculo era propio del local y terminamos diciéndoles que reclamaran su parte al restaurante ya que la comida que nos habían servido no valía los veinte soles que nos cobraron.
Parte del grupo en un restaurante para turistas |
Y ya nos vamos a recoger. Mañana tenemos que madrugar para salir muy temprano hacia el Mirador de la Cruz del Cóndor, antes de que el calor haga aparecer las corrientes térmicas que esta gran ave necesita para elevarse alto, muy alto en el cielo, hasta perderse de vista. Regresamos a nuestros hoteles. Buenas noches y hasta mañana. Felices sueños.
Anochecer en el Hotel Pozo del Cielo |
Podéis ver mas fotos de este día en: