A los piuranos les llaman mucho la atención, por lo exóticas que les resultan, las imágenes típicas de la Navidad con la nieve blanca, las chimeneas encendidas, trineos, un Papá Noel bien abrigado, niños cantando con sus bufandas y sus gorritos de lana y toda la parafernalia que el cine y la publicidad desde Estados Unidos y Europa han difundido por todo el Mundo.
Aquí todo es igual pero distinto si tan solo cambiamos la nieve por la arena del desierto y los abrigos y bufandas por las bermudas y sombreros. Por supuesto la Navidad es cristiana y ésta es la religión mayoritaria en Perú. Además estamos en América, tierra de Papá Noel. Pero aquí todas las costumbres son bien recibidas y muchas proceden de lugares bien diferentes, en Navidad se cena pavo asado como en Estados Unidos, se desayuna con panetón (panettone) como en Italia, se arman preciosos belenes como en España, se adornan las ventanas con lucecitas chinas como en todas partes y todo coexiste con mucha naturalidad. También hay algunas costumbres típicamente peruanas como es la de cenar, en Nochebuena, después de la medianoche y después de colocar al Niño en su pesebre que, hasta entonces, ha permanecido vacío. La razón es muy simple, el Niño no se coloca hasta su nacimiento el día de Navidad y, a partir de ahí, adquiere sentido la celebración. Costumbre tan generalizada que ha terminado desplazando, desde hace bastantes años, a la tradicional misa del gallo que hubo de adelantarse a las diez de la noche.
La mayor diferencia con nuestra Navidad es que aquí en diciembre es verano, hace bastante calor y todo invita a la playa, a la piscina o a celebrar en la calle en vez de reunirse en casa al amor de la lumbre. Por ello la Nochevieja es para celebrar fuera, la playa se llena de gente esa noche y muchos vecinos se reúnen para cenar en el parque o en la misma calle. Existe una tradición graciosa para aquellos que desean viajar, consiste en salir justo tras las campanadas con una maleta a dar la vuelta a la cuadra (manzana). Cuanto más largo sea el recorrido que hagamos o cuanto mayor sea la maleta que portemos, tanto más lejos llegaremos en nuestro futuro viaje del nuevo año.
Así que hoy nos vamos a la piscina y a pasar el día comiendo pollito asado con papas fritas. A unos seis kilómetros de Piura, poco antes de Catacaos, está el restaurante El Mirador, con piscinas, karts, caballos (más bien rocines), un minizoo de gallinas y una extensa pradera de recreo. Primero recogemos a nuestra nueva sobrina Dafne Suhey, luego a Braythom y todos juntos, con las chanclas, la crema solar, los trajes de baño, los gorritos y las pelotas salimos a disfrutar el día. En la esquina de la calle encontramos dos taxistas ociosos arreglando el mundo y rápidamente convenimos el precio y llenamos los dos ticos. El tico es otro de los medios de transporte característicos de Piura, una especie de minitaxi, casi siempre de color amarillo que por veinte soles en total (unos cinco euros) nos llevan a todos hasta El Mirador.
Un sitio muy familiar con parque infantil y mucho espacio de entretenimiento. La entrada cuesta 10 soles por persona adulta que se deducen luego del precio de la comida. Rápidamente conquistamos una gran mesa a la sombra en primera línea y los muchachos salen disparados a la piscina. Alexis quiere darnos una exhibición de lo bien que ha aprendido a nadar en muy poco tiempo. Aún recuerdo que casi se nos ahoga en la piscina infantil del Río Verde hace cuatro años. Pero de entonces a hoy se ha convertido en un atleta.
Pero Alexis no es el único que ha aprendido a nadar. También Andy, quien hace dos meses no sabía ni flotar, se está preparando para ingresar en la Escuela Militar del Ejército y, en tan solo un mes, ha sido capaz de aprender a hacerlo y con estilo, como un campeón.
Después de las exhibiciones acuáticas todos estamos hambrientos y no le ponemos ninguna pega al menú: Un cebichito de entrada y un cuarto de pollo asado por cabeza, con ensalada y patatas fritas. Cerveza para los mayores e incakola para los deportistas y los niños.
Pasamos un día muy divertido. Después de comer charlamos, jugamos al balón, visitamos el minizoo, paseamos en el tren infantil y montamos en kart.
De regreso a Piura voy retratando el paisaje desde el tico. La carretera discurre por la vega del río Piura con un monocultivo de arroz del que se trabajan dos campañas al año, la grande que va de enero a julio y que con suerte puede tener agua de lluvia y la chica, de agosto a diciembre, periodo en el que no llueve nada. Este monocultivo está salinizando muchas tierras del norte del Perú. Aquí llueve muy poco y los arrozales se anegan con aguas muy duras del rio que al evaporarse van dejando más y más sal en la tierra. Todos saben que el arroz no es un cultivo adecuado pero es lo que les da dinero más rápido.
Hasta aquí no se ve el ambiente navideño por ningún lado. Ya os lo decía, hay que cambiar la nieve por la arena. Pero al anochecer las cosas cambian y en las ventanas se encienden las lucecitas de colores, en los centros comerciales suenan villancicos, los ticos se adornan con luces de neón y hasta alguna mototaxi cubierta por entero de bombillitas circula haciendo las veces de árbol navideño ambulante. Lástima no haber podido fotografiarlo pues aparecen por sorpresa y pasan de largo como cometas.
En Piura se celebraba un concurso municipal para engalanar las casas con adornos navideños. En los últimos años no se ha convocado por falta de presupuesto pero algún vecino continúa decorando su casa dispuesto siempre a ganar su personal primer premio o simplemente por mantener una tradición que atrae admiradores desde muy muy lejos. Ya veréis, ésto si que es decorar la casa:
La mayor diferencia con nuestra Navidad es que aquí en diciembre es verano, hace bastante calor y todo invita a la playa, a la piscina o a celebrar en la calle en vez de reunirse en casa al amor de la lumbre. Por ello la Nochevieja es para celebrar fuera, la playa se llena de gente esa noche y muchos vecinos se reúnen para cenar en el parque o en la misma calle. Existe una tradición graciosa para aquellos que desean viajar, consiste en salir justo tras las campanadas con una maleta a dar la vuelta a la cuadra (manzana). Cuanto más largo sea el recorrido que hagamos o cuanto mayor sea la maleta que portemos, tanto más lejos llegaremos en nuestro futuro viaje del nuevo año.
Así que hoy nos vamos a la piscina y a pasar el día comiendo pollito asado con papas fritas. A unos seis kilómetros de Piura, poco antes de Catacaos, está el restaurante El Mirador, con piscinas, karts, caballos (más bien rocines), un minizoo de gallinas y una extensa pradera de recreo. Primero recogemos a nuestra nueva sobrina Dafne Suhey, luego a Braythom y todos juntos, con las chanclas, la crema solar, los trajes de baño, los gorritos y las pelotas salimos a disfrutar el día. En la esquina de la calle encontramos dos taxistas ociosos arreglando el mundo y rápidamente convenimos el precio y llenamos los dos ticos. El tico es otro de los medios de transporte característicos de Piura, una especie de minitaxi, casi siempre de color amarillo que por veinte soles en total (unos cinco euros) nos llevan a todos hasta El Mirador.
Luz y Dafne Suhey comiendo chifles |
Un sitio muy familiar con parque infantil y mucho espacio de entretenimiento. La entrada cuesta 10 soles por persona adulta que se deducen luego del precio de la comida. Rápidamente conquistamos una gran mesa a la sombra en primera línea y los muchachos salen disparados a la piscina. Alexis quiere darnos una exhibición de lo bien que ha aprendido a nadar en muy poco tiempo. Aún recuerdo que casi se nos ahoga en la piscina infantil del Río Verde hace cuatro años. Pero de entonces a hoy se ha convertido en un atleta.
Pero Alexis no es el único que ha aprendido a nadar. También Andy, quien hace dos meses no sabía ni flotar, se está preparando para ingresar en la Escuela Militar del Ejército y, en tan solo un mes, ha sido capaz de aprender a hacerlo y con estilo, como un campeón.
Después de las exhibiciones acuáticas todos estamos hambrientos y no le ponemos ninguna pega al menú: Un cebichito de entrada y un cuarto de pollo asado por cabeza, con ensalada y patatas fritas. Cerveza para los mayores e incakola para los deportistas y los niños.
Pollito asado con incakola en el Mirador |
Pasamos un día muy divertido. Después de comer charlamos, jugamos al balón, visitamos el minizoo, paseamos en el tren infantil y montamos en kart.
Adier preparando el rally Argentina - Chile |
De regreso a Piura voy retratando el paisaje desde el tico. La carretera discurre por la vega del río Piura con un monocultivo de arroz del que se trabajan dos campañas al año, la grande que va de enero a julio y que con suerte puede tener agua de lluvia y la chica, de agosto a diciembre, periodo en el que no llueve nada. Este monocultivo está salinizando muchas tierras del norte del Perú. Aquí llueve muy poco y los arrozales se anegan con aguas muy duras del rio que al evaporarse van dejando más y más sal en la tierra. Todos saben que el arroz no es un cultivo adecuado pero es lo que les da dinero más rápido.
Arrozales en las vegas del Piura |
Llegando a Piura |
Hasta aquí no se ve el ambiente navideño por ningún lado. Ya os lo decía, hay que cambiar la nieve por la arena. Pero al anochecer las cosas cambian y en las ventanas se encienden las lucecitas de colores, en los centros comerciales suenan villancicos, los ticos se adornan con luces de neón y hasta alguna mototaxi cubierta por entero de bombillitas circula haciendo las veces de árbol navideño ambulante. Lástima no haber podido fotografiarlo pues aparecen por sorpresa y pasan de largo como cometas.
En Piura se celebraba un concurso municipal para engalanar las casas con adornos navideños. En los últimos años no se ha convocado por falta de presupuesto pero algún vecino continúa decorando su casa dispuesto siempre a ganar su personal primer premio o simplemente por mantener una tradición que atrae admiradores desde muy muy lejos. Ya veréis, ésto si que es decorar la casa:
Podéis ver más fotos de este día con el siguiente enlace: