Nuestra primera visita en Madrid: El Museo del Prado.Largas colas adornan siempre la entrada principal del museo y no merece la pena perder ese tiempo. Accediendo a su web oficial (www.museodelprado.es) pudimos seleccionar con facilidad la fecha y hora de la visita, dentro de un calendario que muestra la disponibilidad, pagar e imprimir un localizador con código de barras y acceder como señores directamente por la puerta de Velázquez.
Teníamos entradas para la exposición "Pasión por Renoir" a las doce para ver la colección del Sterling and Francine Clark Art Institute pero, que me perdone Pierre Auguste, lo primero es lo primero: La bolsa de los sobaos me venía cortando los dedos y también era conveniente asearse un poco antes de iniciar la visita. En la consigna, junto a la puerta de entrada, nos atendieron dos chicas muy amables que no sé bien si sonreían por la descarga de mochilas, paraguas y chubasqueros o porque les afectó el agradable tufillo de los sobaos.
Un buen desayuno en la cafetería, servicios, información... todo listo. De entrada las tablas de Adán y Eva de Durero, recién restauradas, luego un paseo tranquilo tratando de localizar las salas que nos interesan, pues no es posible verlo todo en un día, mientras se va acercando nuestra hora de entrar a la exposición de Renoir.
Renoir es muy agradable de ver pero había demasiada gente en la sala, van dando entrada a la hora señalada pero no van dando salida y el resultado es una molesta aglomeración. Además había una nube de "enterados" detenidos frente a los cuadros, pretendiendo lucirse ante novias o amigos con sus comentarios en voz alta, despreciando al resto de visitantes que no pudimos contemplar tranquilamente la pintura. Por lo demás precioso, particularmente nos gustó mucho el cuadro de Marie Thérèse cosiendo.
Después de Renoir, un paseo por el Goya más negro para ir abriendo el apetito y, luego de pasar junto a Saturno merendándose a su hijo, nos dirigimos al self service en donde, tras una inspección general, nos llenamos las bandejas con dos menús. Hubiera bastado con uno solo para los dos pues las raciones son muy grandes. Mejor no pedir el pollo con arroz, es una porquería.
Hay que tomarse la visita con calma, algo así como conducir: Poner atención, leer la información y cada dos horas a la cafetería.
Es una pena que no dejen tomar fotos, me hubiera gustado posar junto a tantos cuadros que recuerdo del colegio: Las majas, el caballero de la mano en el pecho, la matanza de los mamelucos, el jardín de las delicias y mi favorito: Sorolla.
Claro que no todo es de mi gusto, tanta virgen, tanto santo y tanto retrato de nobles y reyes me llega a cansar un poco. Afortunadamente coincidimos con la instalación de dos salas dedicadas a Rubens. Para entonces ya teníamos los pies un poco cansados pero aún así le dimos dos tranquilas vueltas. Y a eso de las cinco dimos por finalizada esta fantástica visita.
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