jueves, 9 de diciembre de 2010

Domingo redondo



Hoy es domingo. Empezamos temprano. Desayuno en un bar de Marqués de Vadillo y metro hasta Opera. Volvimos a San Francisco el Grande a misa de 10:30. Está prohibido hacer fotos pero, después de la misa, me hinché a disparar aunque no con muy buen resultado. Para meter todo aquello en la cámara hace falta luz a raudales y mi pequeña Nikon compacta no es lo más adecuado para ese trabajo.

Detalle de la pila de agua bendita

Y tras la misa, regresamos a los rincones que Tita nos había enseñado: El rehabilitado Mercado de San Miguel, convertido en centro comercial, donde hicimos el segundo desayuno con unas cañas de turrón (exquisitas), unos muffins (grandes magdalenas bien consistentes) y unos cafés con leche que nos supieron a gloria, en un día de un frío más que considerable. 

Cafetería en el Mercado de San Miguel


Repuestas las fuerzas, nos lanzamos a recorrer Madrid, siguiendo un itinerario peatonal que vimos en un cartel a la salida misma de la Basílica de San Francisco: Sol, Alcalá, Castellana, Retiro, Atocha y regreso.

Calle de Alcalá

Banco Español de Crédito

Bendita casualidad. El camino nos llevó derechitos al Museo Arqueológico Nacional. Visto y adentro. Allí me esperaban fuertes emociones. No sabría explicarlo pero lo intentaré: Al doblar el borde de un panel separador apareció, magestuosa, deslumbrante, maravillosa. Apareció. Y con ella, en un segundo, volvió la adolescencia del colegio, las primeras interesantísimas lecciones de historia del arte y de historia de España. Los Iberos, el gran pueblo enigmático y misterioso del que nunca sabíamos nada más que ésto. La  singular Dama de Elche. Junto a ella me sentía orgulloso, contento, fascinado, como la directora de un club de adolescentes fans junto a su ídolo.

Dama de Elche

Es menor de lo que parece en las fotos y, por detrás está hueca. Pero no me importa.

Interesante reloj de sol semiesférico. La luz atraviesa un pequeño orificio en la parte superior e ilumina el punto opuesto de la bóveda, dónde están grabadas las marcas de las horas.

Otro mito del nivel de la Dama de Elche: La Bicha de Balazote.

Visita obligada. La puerta por excelencia: La puerta de Alcalá

Jardines del Buen Retiro Madrileño


Parece que hace frío, pero no, solo nos abrigamos para la foto.


Ha sido un día precioso. Son las cuatro de la tarde y no hemos comido. Tenemos las piernas rendidas y los pies hinchados. Pero estamos felices, ha sido muy bonito recorrer a pie todos estos rincones, despacio, con tiempo para detenernos allí donde los detalles nos cautivaban.

Empezamos el día desayunando y lo vamos a terminar merendando. Empezamos en una catedral y lo vamos a terminar en otra: La catedral del "bocata calamares", el restaurante Valle del Tiétar, junto a la Plaza Mayor.

Está bueno pero el pan ya no es lo que era y las rabas un poco sosas.



Buenas noches a todos.

Puedes ver más fotos de este día en:
http://picasaweb.google.com/CerecedaAtarama/05?authkey=Gv1sRgCL_DiMaZkY7xtwE#

Marco y el restaurante peruano.



El sábado por la tarde vino Marco a Madrid para vernos y entregarnos algunas cosas que llevar a Lima. Quedamos con él en la estación de autobuses de Príncipe Pío, en el andén de la Sepulvedana. Y para llegar hasta allí fuimos caminando todo el paseo peatonal del Manzanares, aún sin terminar, por lo que tuvimos que callejear un poquito para salvar las obras junto al Puente de Toledo. Un buen paseo de más de una hora. 

El estadio Vicente Calderón, desde el puente de Toledo


El autobús de Marco llegó puntual. Nos saludó muy cariñoso. Hacía tres años que no nos veíamos. Tras los abrazos  y pensando en tomar algo, nos propuso un restaurante peruano de la calle Mayor. Y hacia allá fuimos caminando, cómo no, y charlando sobre lo bien que nos iban las cosas y los trabajos, de la familia, del Perú y de Mario Vargas Llosa. En el peruano empezamos a tomar contacto con el objeto de nuestro viaje: Papa rellena, seco de pato, anticuchos y chicha morada. Yo no puedo comer tanto pero Marco no ha perdido aún los gustos del Perú, tiene un buen saque. Para bajar la comida nos recomendó la infusión de tila y tres fueron las que tomamos para salir después a pasear por las mismas calles iluminadas de ayer.

Nuestro querido cuñado el Doctor Marco Gómez

Los dos adornos más bonitos de Madrid

Querido Marco: Llevaremos a Lima el cariñoso recuerdo que tu ahora no puedes, tan concentrado como estás en la clínica y tus estudios.

Con Tita, Jose, Rosa y Antonio.



Muchas gracias a Tita y a Jose por ofrecernos su preciosa casa, muy cómoda y llena de luz (sobre todo ahora). Aunque hemos parado poco en la casa, allí nos hemos encontrado verdaderamente a gusto.

Con ellos salimos en la tarde a ver el proyecto de la playa de Madrid, a dar un paseo por los espacios de la M-30, ahora en proceso de recuperación para la ciudad en forma de parques y un maravilloso paseo a ambas márgenes del Manzanares con  muchos y originales puentes que, con mayor o menor fortuna paisajística, se suman a los tradicionales como el Puente de Toledo, regalándonos a todos un paseo peatonal que, según me cuentan,  llegará a tener quince kilómetros.

Puente cubierto sobre el Manzanares



Jose no tenía muchas ganas de salir pero conseguimos engañarle para hacer un pequeño recorrido nocturno y ver la iluminación navideña:  Plaza Mayor, Sol, Arenal y de propina, aunque a regañadientes, otra exposición de pintura, una buena colección de jardines impresionistas, en la Fundación Caja Madrid.

Tita y Jose en la plaza Mayor

Decoración navideña de la plaza Mayor

Músicos callejeros en la calle Arenal

Hay mucho chorizo en la calle Preciados. Atención a estos
graciosillos que al tiempo de saludarte te limpian el bolsillo.

Luz y Sol

Posando junto al mismo árbol del año pasado.
A Tita le gusta caminar y a nosotros también. Eso es todo lo que hace falta en una luminosa mañana de invierno como la de hoy. Cero grados, ni frio ni calor. Con ella llevamos una guía turística de lujo: Palacio de Oriente, la Catedral, San Francisco el Grande y el Templo de Devod, emplazado en una posición privilegiada con unas hermosas vistas, en una colina junto a la plaza de España, en donde más tarde habíamos quedado con Rosa y Antonio.

De todas las maravillas que llevamos viendo en Madrid, merece la pena visitar detenidamente la Real Basílica de San Francisco el Grande, una auténtica joya barroca con fresco de Goya incluido. Tanto así que el domingo volveríamos aquí a oir misa con la idea de poder contemplarla con toda su iluminación.


Músico callejero en la explanada del Palacio de Oriente

Palacio de Oriente

Cúpula de la Basílica de San Francisco el Grande


Esta ruta estuvo muy animada, tuve bronca con el cura encargado de la cripta de la  Catedral. En la entrada un cartel anuncia: “Donativo 2 €”. Pero de donativo nada, una señora apostada a la puerta te lo exige como precio y yo había terminado mis monedas con el “donativo” de la visita a la Catedral. Discutí con amabilidad y, ante la negativa, pasé de largo diciéndole a la Srta. Rotenmayer:  “Pues llame usted a un guardia”. Y salió como un basilisco detrás de mi, llamando a voces al cura que no tardó en aparecer. Allí me despaché a gusto: Si usted quiere que pague un precio, ponga una tarifa e ingrese el IVA correspondiente, pero mientras ponga un donativo, tendrá que asumir que es voluntario. Entre pitos y flautas vi lo poco que tiene que ver el lugar y me fuí haciéndome el ofendido, mientras el cura clamaba: “¡Tiene usted que contribuir al mantenimiento de la cripta!”. Curioso, nunca hubiera imaginado que la vieja de la entrada se llamara Cripta.

Después caminamos hasta el Templo de Devod, una bella construcción egipcia de más de 2.200 años, donada a España por Egipto en agradecimiento por nuestra contribución en excavaciones arqueológicas.

Templo de Devod

No todos los día tiene uno el privilegio de codearse con un ultramaratoniano de nivel y hoy íbamos a encontrarnos con uno de los grandes: Antonio Cereceda, corredor de los 100 kilómetros. Habíamos quedado con Rosa y Antonio en la Plaza de España y lo pasamos muy bien tomando un cafetito en el Vienés.

Tita, Manuel, Antonio y Rosa en el café Vienés

Tita y Luz alegrando la plaza de España