El sábado por la tarde vino Marco a Madrid para vernos y entregarnos algunas cosas que llevar a Lima. Quedamos con él en la estación de autobuses de Príncipe Pío, en el andén de la Sepulvedana. Y para llegar hasta allí fuimos caminando todo el paseo peatonal del Manzanares, aún sin terminar, por lo que tuvimos que callejear un poquito para salvar las obras junto al Puente de Toledo. Un buen paseo de más de una hora.
El autobús de Marco llegó puntual. Nos saludó muy cariñoso. Hacía tres años que no nos veíamos. Tras los abrazos y pensando en tomar algo, nos propuso un restaurante peruano de la calle Mayor. Y hacia allá fuimos caminando, cómo no, y charlando sobre lo bien que nos iban las cosas y los trabajos, de la familia, del Perú y de Mario Vargas Llosa. En el peruano empezamos a tomar contacto con el objeto de nuestro viaje: Papa rellena, seco de pato, anticuchos y chicha morada. Yo no puedo comer tanto pero Marco no ha perdido aún los gustos del Perú, tiene un buen saque. Para bajar la comida nos recomendó la infusión de tila y tres fueron las que tomamos para salir después a pasear por las mismas calles iluminadas de ayer.
Querido Marco: Llevaremos a Lima el cariñoso recuerdo que tu ahora no puedes, tan concentrado como estás en la clínica y tus estudios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario