miércoles, 5 de enero de 2011

El Monasterio de Santa Catalina


Dedicamos nuestro último día en Arequipa a visitar otro lugar muy especial y diferente, el Monasterio de Santa Catalina de Siena, monasterio de monjas de clausura cuyos primeros muros datan del siglo XVI que ha sufrido terremotos, erupciones volcánicas y guerras pero que ha sido reiteradamente reconstruido hasta que en 1970 fue rehabilitado para su explotación como lugar de interés turístico.


El monasterio abre al público no muy temprano por la mañana, a las 9, y la entrada cuesta 35 soles, unos 9 euros. Puede visitarse tranquilamente y hasta pasar el día entero recorriendo sus calles, claustros, celdas, aposentos, cocinas o su pinacoteca y apreciando los cientos de detalles y curiosidades que allí se pueden encontrar. Porque no es sólo un monasterio, en su recinto encierra una ciudadela con casas, calles y plazas. Sus calles tienen nombre de ciudades españolas como Granada, Sevilla o Toledo y todo ello tiene un aire muy andaluz, bañado de sol y adornado de flores.

Está construido con la piedra volcánica típica de Arequipa, piedra blanquecina que llaman sillar por confusión entre el material y la obra, en estilo colonial pero con el colorido indígena alegre y llamativo. Al parecer el monasterio original sufrió graves daños en el terremoto de Arequipa de 1582 y, sin medios para su reconstrucción, los familiares de las monjas costearon individualmente la construcción de las casas privadas que dieron origen a la ciudadela. Los terremotos de 1958 y 1960 provocaron el abandono de la ciudadela, trasladándose las monjas a un nuevo edificio en el solar que ocupaba la huerta, lo que permitió su restauración y apertura al público diez años más tarde. El Monasterio de Santa Catalina forma parte del Centro Histórico de Arequipa, declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en el año 2000.


Claustro mayor

Comenzamos la visita accediendo al recinto por el Patio del Silencio y la primera curiosidad que encontramos es el locutorio o estancia para las visitas de los familiares a las novicias. Éstas, antes de hacer sus votos, aún podían ver a sus padres o hermanos desde un pasillo con ventanas cerradas con doble reja.




Desde el principio todo nos resulta sorprendentemente bello. El Claustro de los Naranjos, el Claustro Mayor y enseguida las primeras casas. Éstas eran viviendas privadas con el nombre de la monja titular en la  fachada y sobre las que están documentadas ventas de propiedad de unas monjas a otras.


Casa de la Madre María Gonzales

Algunas de las monjas tenían un cometido especial dentro de la comunidad, una se ocupaba de la música, otra de la salud, otra de la panadería o de los bordados y así encontramos en las diferentes casas diferentes enseres especializados según la actividad de su dueña. Imagino que el mobiliario y los enseres de cada casa eran también propiedad de su dueña porque se ve diferencia de nivel social de unas a otras. El mobiliario de la abadesa y el de la monja encargada de la música son de mucha mejor calidad que el resto. También tenía buenos enseres la Madre María Gonzales quien debía ocuparse de la botica y la enfermería pues en su casa vemos vitrinas empotradas con sus productos químicos y una curiosa silla de ruedas del siglo XIX. Hay un mueble singular que marcaba bien estas diferencias de poderío entre unas monjas y otras, por ahí, entre las fotos adicionales que no pongo en el blog, podéis observar dos retretes bien diferentes.

Escaleras que conducen a la azotea, hoy derruida

Acceso a la ciudadela

Celda de la monja encargada de la música

Recuerdo que en el colegio había un armonio igualito que el que se ve al fondo de la celda de la monja encargada de la música. Alguna vez de niño conseguí hacerlo sonar "pedaleando" en sus fuelles.

Filtro de piedra volcánica para el agua


Una de las cosas más espectaculares de las casas son las cocinas. Casi todas las viviendas tienen su cocina particular además de la gran cocina principal del monasterio. Entrar en ellas es como hacerlo en un cuento de la Edad Media. Hornos, fogones, cacharros y artilugios muy curiosos como unos grandes conos de piedra volcánica porosa que servían para potabilizar el agua por filtrado.


El paseo, muy agradable y lleno de sorpresas, nos lleva de una casa a otra, siguiendo siempre nuestra izquierda para no perdernos en el recorrido, del Claustro de los Naranjos al Claustro Mayor, de la calle Toledo a la calle Sevilla, de la casa de la monja boticaria a la casa de la abadesa, encontrando muebles para amasar pan, piedras para moler grano, máquinas de coser, grandes pinzas para grabar las hostias de la consagración, preciosas piezas de vajilla o túnicas bordadas.

Calle Burgos

Patio de la lavandería

Así hasta el jardín y a su lado la lavandería, una instalación al aire libre, de grandes cántaras de barro cocido cortadas en su mitad y unidas por una conducción de agua que permite llenarlas a voluntad.

La lavandería

O la monumental cocina principal, bien ennegrecida por siglos de fuegos y humos, en la que se pueden ver el pozo, una colosal chimenea, hogares, filtros de agua, docenas de cacharros, una balanza, mesas y trastos, todo ello formando un sorprendente conjunto del que no sabría decir si era horrible o hermoso pues posiblemente sea las dos cosas a una vez. Otro escenario de película.

Pozo de agua en la cocina principal

Chimenea de la cocina principal

La imagen que veis de esta chimenea está hecha a partir de tres fotos tomadas con diferente ángulo, la primera en horizontal, la segunda mirando un poquito hacia arriba y la tercera casi en vertical. Por eso, al coserlas, la chimenea toma esa curvatura "en fuga" pero no es más que un efecto óptico, la chimenea original es perfectamente vertical.



También esta imagen de la cocina principal está hecha a partir de tres fotos unidas. La he puesto en tamaño original y para verla entera tendréis que desplazar la barra horizontal pero es tan espectacular que merece la pena dejarla así para apreciar cada uno de sus rincones y de sus cacharros.

Pasamos toda la mañana visitando este monasterio, la ciudadela, la pinacoteca, la iglesia y el coro, en el que por entonces estaban trabajando en la restauración de los frescos. Y aún volveríamos por la tarde pues dentro funciona una tienda de artesanía y dulces de las monjas en la que encontramos gran cantidad de cerámicas y cosas bonitas de recuerdo y para regalar. Salimos ya avanzada la tarde para comer allí cerca unos riquísimos spaghetti al pesto con inkacola y regresar con dinerito fresco para comprar algunos regalos que ya teníamos vistos.


Por hoy ya me canso de escribir pero hay muchas más cosas que ver de este día en la siguiente dirección:
http://picasaweb.google.com/CerecedaAtarama/14?authkey=Gv1sRgCL2iyqjI7ZDAogE#

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